El corazón no
entiende de cercanías
ni de lejanías.
Pero sí entiende
de miradas cruzadas
a cualquier hora
en Nuevos Ministerios.
Los pies solo
entienden de prisas
en la estación
de Chamartín,
de trasbordos en
Atocha,
o de horas
muertas en Aranjuez.
Las pulsaciones
se aceleran contigo
–y a veces sin
ti–
cuando
deshojamos Las Margaritas
de un mayo sin
parada.
Las voces gritan
a los Cuatro Vientos
quebrando el
recuerdo
de un Doce de
Octubre
que a veces
conduce a esa calle llamada Melancolía.
*Escrito para el certamen de Renfe de 2014