Vuelve a sonar la marsellesa
en la habitación de las canciones eternas
y de las miradas
sin frontera.
Huele a café y tostada
en la habitación de los calcetines sin pareja
y de las cosquillas
sin barrera.
Vuelve a encender otro cigarrillo
en la habitación de las camisas desordenadas
y de las caricias
con futuro incierto.
Huele a guiso recién hecho
en la habitación de la risa contagiosa
y de las historias
con final extranjero.