La inmigrante pierde la noción del tiempo
cuando atrás deja la ciudad sin nombre.
Lleva la esperanza en el bolsillo, el miedo
en los zapatos y la incertidumbre a cuestas.
La inmigrante rompe a llorar
cuando atrás deja un mar de olivos.
Lleva un sobrepeso de recuerdos, un nudo
en el estómago y el corazón en la garganta.
La inmigrante viaja en clase turista
cuando atrás deja un país de futuro incierto.
Lleva billetes mal doblados, el estrés
en la mirada y canciones en las entrañas.
La inmigrante resopla en la estación
cuando atrás deja un hogar vacío.
Lleva la nostalgia en los nudillos, la ilusión
con candado y el destino encogido en la valija.
*A todos aquellos que una vez emigraron