Podría bajar la luna, atarla fuerte
y dejar que se sonrojase en el balcón.
Que tu boca fuese el principio
y el final de una canción.
Que no me sulfuro a menos que lances
dagas directas al paredón.
Podría cantarle al ruido para enloquecer
al silencio con una dosis de determinación.
Que no me respondas si no tengo pregunta,
que ya sé lo que viene después.
Que no me restes la suma de la resta,
que ya ando del revés.
Que no soy de cifras ni de decimales, que soy
de letras y no sé calcular
la distancia entre nuestros pies.
Que tuyo es el determinante y mío también lo es.