Es la corriente que nos separa,
pero que nos vuelve a unir en una embarcación
que se hunde sin remedio.
Es el ecuador entre los hemisferios:
el norte, testarudo como ninguno,
y el sur, cálido como él solo.
Es la frontera que decide qué pie entra,
si el derecho o el izquierdo. O si hay refugio
para un último beso desterrado.
Es la división de los polos:
el negativo, que todo lo recrimina,
y el positivo, que todo lo justifica.
Es la línea de la tensión sin medida,
de espaldas que se miran, de corazones cuarteados,
de lágrimas mudas, de versos desvelados.