No supe entender tu plano arquitectónico.
Ese en el que te inclinabas más por mesas y peceras
que por casas de ángulo recto con jardín.
Es ahora cuando comprendo que eres equilátero,
que tu triángulo es la suma de tres lados iguales,
que tú bien sabes elegir el tono exacto en el momento preciso.
No supe ver las ondas sinuosas de las medusas que
un día pintaste en tu habitación. Tampoco sabía cómo interpretar
la manzana con pan un sábado cualquiera en Las Canteras.
Es ahora cuando conozco esa forma que tienes de perderte
en Míconos, Brighton, Londres o Madrid. Es ahora cuando
aprecio tu lado singular y creativo.
No supe excavar ni romper los muros de hormigón,
como tampoco supe fijarme en la minuciosidad de
las paredes de esos castillos de arena.
Es ahora cuando descubro que estaba en lo cierto,
que aquello que un día diseñaste, brilla hoy con luz propia
y con una armonía perfectamente imperfecta.
*A mi hermano