sábado, 16 de abril de 2016

Los lunes al Aisne



Como cada lunes, Lorenzo aparece por el este
del balcón, y me despierta con disimulo y sin minutero. 
Aún persiste la migraña y el aliento a Ballentine’s. 
Pocas horas hemos dormido, Lorenzo. Unas míseras
cinco horas intentando pegar pestaña, pero es más 
fuerte el eco del grito de la madrugada. Una madrugada 
que se acostó a voces y desquiciada. Una madrugada que 
poco soporta Catalina, pues el eco se apodera del silencio 
y de sus sueños. Ya hasta son confusas las pesadillas, 
ya hasta se perdió el eclipse entre la noche y el día. 
Y qué triste te ves, Catalina, con ojeras, recitando el mismo
romancero cada lunes a medianoche. Y qué poco entienden
Lorenzo y sus secuaces, ni una mísera octosílaba. Normal,
ya ni cantares de gesta saben. Solo saben de juegos de guerra.
Ay, Catalina, que se adueñan de ti los suspiros, la angustia 
y la rebeldía, mas razón tienes al protegerte de fantoches
de cuarta cantando a ritmo de bulería. Y así pasan los días y las noches, 
de pulso en pulso y de batalla en batalla. Y así pasan los días, de 
partida en partida y de quizás en quizás. Al borde del río Aisne, 
como cada lunes.